jueves, 28 de mayo de 2020

Niña Bonita de Ana Maria Machado





Había una vez una niña bonita. Tenía los ojos como dos aceitunas negras, lisas y muy brillantes.

Su cabello era rizado y negro, muy negro, como hecho de finas hebras de la noche.

Su piel era oscura y lustrosa, más suave que la piel de la pantera cuando juega en la lluvia.
Al lado de la casa de la niña bonita vivía un conejo blanco, de orejas color de rosa, ojos muy rojos y hocico tembloroso.

El conejo pensaba que la niña bonita era la persona más linda que había visto en toda su vida. Y se decía: “Cuando yo me case, quiero tener una hija negrita y bonita, tan linda como ella...”

Por eso, un día fue adonde la niña y le preguntó: “bonita, niña bonita, ¿cuál es tu secreto para ser tan negrita?”.

La niña no sabía, pero inventó: “Ah, debe ser que de chiquita me cayó encima un frasco de tinta negra”.

El conejo fue a buscar un frasco de tinta negra. Se lo echo encima y se puso negro y muy contento. Pero cayó un aguacero que le lavó toda la negrura y el conejo quedó blanco otra vez.
Entonces regresó adonde la niña y le preguntó: “Niña bonita, niña bonita, ¿Cuál es tu secreto para ser tan negrita?”.

La niña no sabia, pero inventó: “Ah, debe ser que de chiquita tomé mucho café negro”.

El conejo fue a su casa. Tomó tanto café que perdió el sueño y pasó toda la noche haciendo pipí. Pero no se puso nada negro. Regresó entonces adonde la niña y le preguntó otra vez: “Niña bonita, niña bonita, ¿cuál es tu secreto para ser tan negrita? La niña no sabía, pero inventó: “Ah, debe ser que de chiquita comí mucha uva negra.

El conejo fue a buscar una cesta de uvas negras y comió, y comió hasta quedar atiborrado de uvas, tanto, que casi no podía moverse.

Le dolía la barriga y pasó toda la noche haciendo popó
Pero no se puso nada negro.


Cuando se mejoró, regresó adonde la niña le preguntó una vez más: “Niña bonita, niña bonita, ¿cuál es tu secreto para ser tan negrita? La niña no sabia y ya iba a ponerse a inventar algo cuando su madre interrumpió y dijo: “Ningún secreto. Encantos de una abuela negra que ella tenía.

Ahí el conejo, que era bobo pero no tanto, se dio cuenta que la madre estaba diciendo la verdad, y si el quería tener una conejita negra y linda tenía que buscarse una coneja negra para casarse.

Y la niña bonita fue la madrina de la conejita negra. Cuando la conejita salía a pasear siempre había alguien que le preguntaba: “Coneja negrita, ¿Cuál es tu secreto para ser tan bonita? Y ella respondía: “Ningún secreto. Encantos de mi madre que ahora son míos”.



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