CAPÍTULO 5
Apenas abrieron la puerta para
salir del panteón de los reyes, vieron a Lizzia, una doncella joven que se
acercaba caminando con el bastón.
- ¡Por fin la encuentro! Su padre
le ordena presentarse en el gran salón. Debe elegir de inmediato las alfombras
y la decoración para el juego de naipes que han organizado sus diecisiete tías.
-Dile a mi padre que me encuentro
ocupada.
-Imposible, señorita Catalina.
Son órdenes de su majestad, el rey.
-A mi padre nunca nadie le enseñó
a esperar, a mi abuelo tampoco, y a mi tatarabuelo, tampoco. En cambio, mi
madre …
Alfonso observó cómo la mirada de
la princesa caía tristemente hacia el suelo. Luego, los ojos de Lizzia se
encontraron con los de él.
- ¡Usted! ¡Por fin ha llegado!
-le dijo a Alfonso-. El rey espera el mensaje de las tropas del sur.
-Yo lo acompaño -dijo Catalina.
La doncella se fue apurada.
- ¡Pobre Lizzia! Hace cinco años
una serpiente le mordió la pierna. Casi se muere, y mi padre casi se muere con
ella.
- ¿También lo mordió la
serpiente?
-No. Casi se muere de la
impresión. Mi madre todavía estaba viva.
-Sé lo de su madre, se enfermó
tan joven…
-Aunque yo era muy chica, la
recuerdo y la extraño.
Alfonso no supo qué más decirle.
Siempre se quedaba sin palabras frente a aquellos que perdían un ser querido.
- ¡Venga! -le dijo Catalina-. El
rey espera ese mensaje del ejército del sur que confirmaría el inicio de una
guerra sangrienta contra los pueblos del norte.
-Su Majestad Catalina, recuerde
que los pergaminos se encuentran húmedos y no queda una letra que no se haya
borroneado.
-Lo recuerdo. Hizo bien en mojar
esos pergaminos.
- ¿Qué dice? Se da cuenta, Su
Majestad Catalina … Su padre me mandará matar y la guerra será inevitable.
- ¡Cuántas veces le voy a decir
que no me llame más “Su Majestad”!
-Perdón, Su Majestad. Perdón,
señorita Catalina.
-Detendremos la guerra: ¡esa será
nuestra gran misión!
-Usted sabe que eso es imposible.
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