martes, 22 de febrero de 2022

EL MENSAJERO DEL REY de Mariana Kirzner. CAP. 4



                                                                          CAPÍTULO 4

A Alfonso le llevó un rato llegar a gatas a la parte de atrás del castillo. Le llamó la atención un camino que se hallaba rodeado de bustos de diferentes reyes. “Qué caras más cómicas”, pensó. Pero a medida que seguía avanzando, tuvo la sensación de que las caras en los bustos se iban haciendo más tenebrosas. Tomó coraje y continuó con la esperanza de encontrar una salida. En ese instante, escuchó trotar algunos caballos: tres guardias se acercaban.

Frente a él había una construcción antigua. Alfonso abrió la puerta y se escondió. Estaba oscuro. Se escuchaba el eco del chillido de los murciélagos, pero eso no le molestaba tanto como la posibilidad de que hubiese mosquitos. Por las dudas, intentó espantarlos, moviendo los brazos para todos lados. Pensó que podría morir en esa oscuridad tenebrosa, picado por los mosquitos, y que luego los murciélagos le chuparían la sangre. ¡Este sería su triste final! Lo peor era que nadie encontraría su cuerpo allí adentro.

De pronto, el lugar se fue iluminando. Parecía que alguien se acercaba. Alfonso se frotó los ojos y alcanzó a ver algunas estatuas acostadas sobre ataúdes de madera con herrajes de oro. Era el panteón de los reyes. Se le revolvió el estómago. “¡Esta maldita muerte!”, pensó y vomitó.

Alfonso escuchó pasos, y se escondió detrás de una tumba.

Ella vio la bolsa de pergaminos en el suelo y la reconoció. La sonrisa de la princesa se extendió de oreja a oreja dejando ver sus dientes de concejo. Traía una vela encendida sobre un pequeño candelero.

-No… me me me … que que que … -tartamudeó Alfonso.

-No se preocupe. No lo voy a delatar.

-Po pop o por … fa fa fa …

-Volví al laberinto luego de haber cumplido con un pedido de m padre, pero no lo encontré. ¡Odio los pedidos de mi padre!

-Pe pe pe pensé … que que que …

-Vinieron a buscarme; según mi padre, era urgente. Para él, todo es urgente. ¡Odio lo urgente!

-¿Y y y … el el el …gri gri gri … grito?

-Pisé a una pobre hormiga. ¡Odio pisar hormigas!

-Yo también.

-Qué bueno que ya puede hablar bien, pensé que iba a seguir tartamudeando. Hablando de hormigas … ¡Mire!

-La princesa se agachó e iluminó el suelo. Una hilera de hormigas marchaba por un camino que parecía no tener final.

- ¡Cómo me gustaría tener algo importante para hacer! Como ellas, que tienen una valiosa misión: asegurar la supervivencia de su grupo.

-Pero usted tiene muchas cosas importantes que hacer, ¡es la hija del rey!

-Mis únicas misiones son las de elegir qué ropa debo ponerme cada mañana, pensar en los peinados más atractivos, sonreír frente a todos, elegir el menú para los banquetes y pedir todo lo que se me antoje.

- ¡No está tan mal!

- ¡Venga, salgamos de aquí, que hay un olor repugnante!

Se alejaron esquivando tumbas y columnas que dividían espacios de cada familia real. La princesa se sentó sobre una lápida y le dijo:

-Ahora sí … respire … respire.

Inhalaron y exhalaron juntos.

Caminaron en silencio entre tumbas, murciélagos, telas de araña y mosquitos. Lo hicieron a la luz de la vela que tenía la princesa.

- ¡Cuánta paz! – dijo la princesa.

-Pas …aje a la muerte – dijo Alfonso.

- ¿Usted le teme a la muerte?

-Nnnn … nnn … ooo. ¡Cómo se le ocurre, Su Majestad!

-Yo tampoco. Me pregunto si seguiré siendo princesa en el más allá. ¿Usted cree en la reencarnación?

-No sé. Todo puede ser o no ser. Y si no es, mejor. Ehhh, mejor cambiemos de tema. Si me siguen picoteando los mosquitos, voy a necesitar un lugar cerca de estos muertos.

Un ruido los interrumpió, y se apresuraron a esconderse detrás de una columna. La vela que ella llevaba se fue consumiendo, y quedaron en penumbras. Pero distinguieron la figura del huesudo que caminaba como in zombi, se agachaba delante de cada tumba y colocaba ramos de flores que sacaba de una canasta. Parecía hablarles a los muertos.

-Esperemos a que se vaya – dijo la princesa.

“Es un muerto vivo”, pensó Alfonso.

Cuando el hombre esquelético se fue, cerró la puerta de entrada y quedaron totalmente a oscuras.

-No traje otra vela. Pero no se preocupe, creo que puedo encontrar la salida, aunque no se ve nada.

Ella lo tomó de la mano y lo condujo a ciegas por el camino que conocía de memoria.

Alfonso tropezó y chocó con varias tumbas.

-Me va a sacar el brazo, si no me suelta cada vez que se tropieza -se quejó la princesa.

-Es que … dis dis dis …

- ¡Baaaastaaaa de pedir disculpas! -gritó ella y siguió caminando- Confíe en mí.

-Sé comer, cocinar, coser, contar, cortar. Todo eso soy capaz de hacer; pero confiar, no sé.

-Le voy a enseñar, y espero que sea buen aprendiz.

-Lo seré, Su Majestad.

-Deje de decirme “Su Majestad”, puede llamarme Catalina.

-De acuerdo, Su Majestad Catalina.

-Es la primerea vez que le voy a enseñar algo a alguien. Comencemos: va a tener que caminar delante de mí.

-No, no puedo, me voy a estrellar contra un muerto y se me va a partir la cabeza en veinte pedazos; además …

- ¡Cállese y aprenda! Yo lo voy a tomar de los hombros y lo voy a guiar. Usted confíe.

-No puedo confiar cuando está oscuro.

-No hable, mejor cierre los ojos.

-Noooo …

- ¡Es una orden!

Alfonso cerró los ojos. Ella lo tomó de los hombros para guiarlo. Los brazos y piernas de Alfonso iban para adelante, pero el resto del cuerpo hacía fuerza hacia atrás.

-Confíe, no voy a dejar que nada malo le suceda -le susurró ella al oído.

De a poco, Alfonso sintió confianza. Una sensación de tranquilidad que lo condujo como si flotara. Permaneció con los ojos cerrados y avanzó sin que nada le sucediera.

-Abra los ojos, Alfonso. Hemos llegado a la salida.

 

 

 

 

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