¡Era larga la
historia de Manuel Belgrano! Pero día a día la maestra nos iba contando:
- A los 15 años el
papá lo mandó a España, a vivir con una de sus hermanas que ya estaba casada,
para que pudiera estudiar la carrera de Abogacía en una universidad llamada
Salamanca. Pero él no se contentó con estudiar lo que le pedían. Manuel era un
ávido lector y se interesó por muchos autores que lo llevaron a descubrir
pensamientos nuevos: valores como la igualdad, la libertad y la fraternidad.
La maestra dijo que
después íbamos a buscar las palabras difíciles en el diccionario, pero por
suerte se olvidó. Le gustaba mucho contar la historia de Belgrano.
- Nueve años después,
cuando ya estaba recibido de abogado, le ofrecieron volver a su tierra como
secretario del Consulado de Comercio en Buenos Aires, pensando que iba a
defender los privilegios de los españoles.
- ¿Nueve años lejos
de su casa? - preguntó Laura.
- Sí - dijo la
maestra -. Y aquellas ideas sobre las que tanto había leído le marcaron nuevos
caminos.
- Aunque su trabajo
como secretario era escribir cartas y actas para archivar, Belgrano no podía
dejar de advertir las injusticias que vivían todos los días los que habían
nacido en estas tierras. Y como le gustaba mucho escribir, empezó a registrar
todas las ideas que tenía sobre temas muy diversos. Fue uno de nuestros
primeros periodistas: sus opiniones aparecían en dos periódicos de la época.
Escribía con pluma y tintero porque en esos tiempos no había lapiceras ni
biromes.
La maestra mostró una
hoja con un escrito de Manuel. Era increíble. ¡Qué prolijo!
Este Belgrano no
dejaba de sorprenderme. ¿Cómo que le gustaba escribir? Con lo que costaba
dibujar la letra cursiva...
Y después la maestra
también nos sorprendió. Nos dio plumas y tinta y tuvimos que escribir nuestro
nombre como se hacía en esos tiempos. Fue re difícil pero yo lo intenté un
montón de veces y al final me quedó bastante bien.
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