- La madre de Manuel Belgrano se llamaba Josefa y el papá, Domingo. Tuvieron dieciséis hijos
- leyó la maestra y después dijo que nos imagináramos cómo habría sido la infancia de Manuel con tantos hermanos.
- Debe haber jugado mucho - opinó Elena, que tenía cinco hermanos y ya nos parecían un montón.
- Y también debe haber ayudado en las cosas de la casa porque una mamá con quince hijos tiene mucho trabajo - agregó Laura.
- No - dijo la maestra - ¿Se acuerdan de lo que les conté ayer? En esos tiempos las familias como la de Manuel tenían en su casa gente a su servicio, personas de otra clase social que hacían los quehaceres de la casa. Los niños como Manuel sólo tenían que estudiar. ¿Y las niñas? - agregó- . Las niñas aprendían a hacer manualidades. No podían ir a la escuela.
- ¡In-jus-ti-cia! - gritaron las nenas.
Y la maestra les dio la razón.
- A Manuel también le parecía una injusticia y pensaba que a las niñas había que enseñarles a leer y a escribir, y construir escuelas para ellas.
- ¿Sólo para niñas? - dijo Laura.
- Sí. En esos tiempos las escuelas no eran mixtas.
- ¿Mixtas? - preguntó Fernando - ¿Cómo la ensalada mixta?
La maestra le explicó lo que quería decir, pero yo estaba interesado en otro tema: - ¿Cómo aprendió a leer Manuel? - me animé a preguntar.
- Le enseñó su mamá... o alguno de sus tantos hermanos...Y también iba al Convento de Santo Domingo, donde los curas enseñaban las primeras letras. Cuando fue un poco más grande entró al Colegio de San Carlos, que aún existe. Ahora se llama Colegio Nacional de Buenos Aires.
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