Alfonso aún estaba paralizado
del susto, pero de algún modo bajaba en forma mecánica por la escalera
interminable.
Catalina le había dicho que podía guarecerse en el
castillo, pero nadie debía notarlo. De modo que esta fue la explicación que le dio:
“Vaya derecho. Abra la puerta de madera que tiene dos flores talladas. Ahí hay un
armario. Entre. Mueva la soga colgada junto al vestido amarillo. Se abrirá un
pasadizo que lo llevará a una escalera. Baje”.
Agotado, se sentó en un escalón y miró hacia abajo. Sintió
vértigo. Miró hacia arriba, pensó volver, pero siguió avanzando … Apenas el
mensajero pisó el suelo de un enorme lugar oscuro, abarrotado de muebles
tapados con telas y objetos cubiertos de polvo, escuchó: “zzzzz … zzzzz…”
alrededor de su oído izquierdo. Movió la cabeza con desesperación.
Escuchó: “zzzzz… zzzzz…” alrededor de su oído derecho.
Corrió y saltó enloquecido. Tropezó con sillones, tiró jarrones y se llevó por
delante varias sillas, pateó una puerta, resbaló con una alfombra y terminó
desparramado sobre un baúl antiguo.
Allí, escondido, pasaría la noche. Una larga noche: no iba
a poder dormir en ese sótano oscuro, lleno de pasadizos y puertas cerradas. Se dio
cuenta de que no había ventanas, pero… “¿Por dónde entraba ese haz de luz?”.
Fue en busca de una respuesta: a través de la hendija de la
cerradura de una puerta. Alfonso tembló. Pensó en el hombre esquelético. “¿Será
este su escondite, el lugar donde elabora sus conjuros y maleficios?”. Nadie se
lo había dicho, pero estaba seguro de que e huesudo era un brujo diabólico, y
por eso rondaba entre los muertos.
Alfonso espió por la cerradura y se encontró con otro ojo.
Se agachó, y esperó en silencio hasta que se atrevió a mirar de nuevo, pero ya
no vio nada. En ese preciso momento, alguien abrió la puerta.
-Es es es …
-Deje de tartamudear y preste atención -lo sorprendió la
voz de Catalina.
-Pe pe pe … ro ro ro… pop o por…
-Tranquilícese, llegué aquí por la puerta secreta.
-No me gusta este lugar… Voy a tener pesadillas.
- ¡Cómo me gustaría tener pesadillas! De chica las tenía,
pero un día mi padre me las prohibió.
-Pero ¿Cómo hizo?
-Una doncella me despierta en lo terrible del sueño. ¿A
usted le parece? ¡Perderme lo mejor!
-Me parece … buena idea.
-De todos modos, las pesadillas no son tan terribles como
la guerra. O, mejor dicho, la guerra es una pesadilla hecha realidad. Nosotros
la vamos a impedir.
-No entiendo, Su Majestad -dijo Alfonso - ¿A quién se
refiere, cuando dice “nosotros”? ¿Qué vamos a impedir?
-Vamos a hacer que la guerra se pierda o se gane sin
guerra.
- ¿Qué dice? Me voy a poner tartamudo otra vez. Es el mi mi
mi… edo…
-Sígame, le voy a mostrar algo.
Catalina fue hacia el antiguo baúl. Lo abrió. Allí había
muchos mazos de naipes.
-Eran de nuestros familiares. Fueron traídos de diferentes
reinos. ¿Juega un partido conmigo?
-No sé jugar.
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