viernes, 28 de agosto de 2020

"El hormiguero" de Sergio Aguirre. Capítulo 3

 



La casa de la tía Poli estaba en el medio de un campo, el único en la zona que había conservado el monte. Los otros campos eran sembradíos y todos tenían un nombre: "El Fuertecito", "La Deseada", "Los Sauces".

También el de la tía: "El Refugio".

Desde el portón de entrada hasta la casa había que atravesar un largo tramo de huella,  rodeada de monte espeso.

Cuando se bajaron del zulky, apareció un perro negro moviendo la cola. Era un perro flaco, bastante feo, pero a Omar le pareció lindo.

- Él es Roberto- dijo la tía Poli mientras bajaba una pila de cartones de huevos vacíos-. 

Vive conmigo desde el año pasado. Lo dejaron tirado en el medio de la ruta. Gente desaprensiva...

El perro llamado Roberto comenzó a olfatear a Omar, que pensaba en esa palabra que nunca había escuchado: desaprensiva.

-¿Novedades durante mi ausencia, Roberto? 

El perro la miró y corrió a su lado mientras ella caminaba hacia la casa. La tía caminaba raro, como en puntas de pie.

La casa era muy sencilla, y Omar se quedó mirando el techo. Parecía de tierra. Incluso vio que algunas plantas nacían de él:

- ¿Tía, el techo es de tierra? Toda la casa es de adobe. Y mira al norte, como la del hornero - dijo en tono de broma.- Tiene sala y tiene alcoba...- y se echó a reír.


- De adobe- aclaró la tía.- Toda la casa es de adobe. Y mira al norte como la del hornero -dijo en tono de broma.- Tiene sala y tiene alcoba...- y se echó a reír.

A un costado había dos construcciones, más pequeñas, y un galponcito que parecía la casita del caballo. También vio un aljibe, árboles frutales y, más allá, el gallinero y una huerta rodeada por tejido. Del otro lado se veía un gran algarrobo, y debajo un horno de barro y una mesa de madera.

Omar escuchaba un bramido, un sonido de motor, en algún lado:

-¿Qué es ese ruido?

- Es el generador- dijo ella señalando a un costado de la huerta. Pero allí Omar no veía nada.- Está en el pozo, adentro de un cajón, para que no moleste.


-¿Qué te parece la visita, Roberto?    - le preguntó la tía al perro mientras abría la puerta.- 

-¿Se van a hacer amigos?

A Omar le gustaba la voz de su tía, la forma que tenía de hablar. Le parecía graciosa. No tonta, graciosa.

Entraron a la casa.

Un rico aroma a comida sorprendió a Omar. También le llamó la atención la cantidad de cuadros y adornos que había. Vio dos objetos de madera y tardó en darse cuenta de que eran lámparas. Nunca había visto lámparas con esas formas.

- Vení, vamos a la cocina - dijo ella.

La cocina era bastante grande. Una hilera de cacharros y utensilios pendía sobre una mesada de piedra. Y en lugar de una pileta había un fuentón de lata. Algo hervía en una olla negra.

- Estoy preparando una cena especial para esta noche, como bienvenida - dijo la tía, y mencionó el nombre de una comida totalmente desconocida para Omar.

- ¡Ah! ¡Qué cansada...! Vení, charlemos un ratito- ella se desplomó sobre una silla.

Omar no sabía de qué hablar con la tía, pero no hizo falta, porque ella empezó a contarle que una vez conoció a un indio que cuando estaba cansado se sentaba sobre una piedra un rato largo, y al levantarse decía que ahora era la piedra la que estaba cansada, no él.

- ¡Indio loco!- dijo, y lanzó una carcajada.

La tía tenía una linda risa. Omar se sorprendió riéndose, también. No sabía si por el indio o por la risa de la tía.

Después ella le contó que fabricaba lámparas de madera que se vendían en la capital.

- Pero estoy harta de hacer siempre las mismas. Ahora que estás acá me podrías dar algunas ideas, inventar formas nuevas, ¿te gustaría?

En ese momento Omar pensó que no iba a extrañar su casa. Que no iba a extrañar para nada.

- ¿Querés conocer tu cuarto?- le preguntó la tía.

Su cuarto era pequeño. La cama tenía un acolchado rojo y verde, tejido por los indios seguramente, pensó Omar.

- Este lugar es tuyo. Acá nadie te va a molestar.

La tía volvió a la cocina. Omar se sentó en la cama y observó la habitación. recién notaba que el piso era de ladrillos.

Entonces vio una hormiga.

Estaba sola. Iba y venía, como si se hubiese perdido. Pero en ese momento a Omar no le llamó la atención. No le llamó la atención en absoluto. 

"El hormiguero" de Sergio Aguirre. Capítulo 2

 




Omar se bajó del ómnibus y miró hacia todos lados. Se suponía que su tía Poli lo esperaba.

Pero allí no había nadie.

El ómnibus arrancó. La terminal de Obispo Trejo era una galería techada y dos bancos. Enfrente se veían algunas casas y un colegio rodeado de árboles, desierto en esa siesta de verano. Las calles eran de tierra y tenían algunas lagunas de la lluvia de esa mañana.

Tampoco había nadie en las calles. 

Omar se quedó en la terminal, de pie, con la mochila en la  mano, pensando que no tenía que preocuparse.

Arriba el cielo se había despejado en parte, pero unas nubes poderosas amenazaban más lluvia.

¿Algo había salido mal? ¿Por qué su tía no estaba ahí?

Decidió tranquilizarse, pensar en otra cosa, en la tía, que vendría de un momento a otro.

A la tía Poli la había visto una sola vez, cuando era chico, en el velorio del abuelo. La recordaba linda, con el pelo largo, más joven que su mamá y sus otras tías, y distinta. Esa tarde lo había abrazado y le había dicho que se podía llevar adentro a los que queremos. Que lo único que hacían los muertos era dejar de estar afuera. Su mamá, en cambio, le dijo que el abuelo se había idoal cielo, y que tenía que ser fuerte.

La madre de Omar nunca se había llevado muy bien con la tía Poli. Aunque eran hermanas, eran totalmente diferentes.

Omar había escuchado que cuando la tía era joven se hizo hippie. Entonces decía que todos estaban equivocados, que la vida tenía  que vivirse de otra manera, y un día se fue de la casa. Su madre le contó que el abuelo llamó a la policía y la trajeron, pero que a los dos días se fue de nuevo, y ya no volvió. Con los años se supo que había vivido en una colonia de indios mapuches, en el sur, que había aprendido a fabricar instrumentos musicales, y que había trabajado para una fundación que protegía las ballenas.

"Y vino para enterrarse en el campo, más sola que un perro", dijo su mamá a una vez.

En ese momento vio que se le acercaba un sulky tirado por un caballo marrón. Arriba venía una mujer.

Omar se quedó quieto. Habían pasado años desde que la había visto,, pero esa mujer no se parecía a su tía Poli. Sin embargo, el sulky era lo único que se movía a esa hora en Obispo Trejo, en dirección a él, y ella estaba sonriéndole:

- ¡Omar!

Como llevaba un sombrero, atado con un pañuelo, Omar no veía bien su rostro. Pero esa mujer era gorda, y estaba seguro de que su tía era delgada. El caballo se detuvo y resopló.

- ¡Disculpame la demora! Espero no haberte preocupado... - exclamó ella mientras se bajaba del sulky  con dificultad. Entonces se acercó y después de mirarlo un instante, dijo:

- ¡Mirá que estás grande...!

Y lo abrazó.

No era como la recordaba, pero era ella. 


miércoles, 26 de agosto de 2020

"El hormiguero" de Sergio Aguirre. Cap. 1

 


El día que Omar se fue de vacaciones a la casa de su tía Poli, en el campo, amaneció lloviendo.

La terminal de ómnibus estaba repleta de gente y la madre de Omar un poco angustiada. Era la primera vez que su hijo se iba de la casa por muchos días. Subieron juntos al micro y, después de encontrar butaca, lo abrazó, lo besó una vez más y le dijo:

- Si extrañás, te volvés.

Eso era exactamente lo que el padre de Omar no quería que ella dijera.

Cuando su madre se bajó, Omar comenzó a buscarla entre la gente que había rodeado el micro saludando a los que partían, pero no la veía por ningún lado. ¿Adónde se había metido?

Cerraron la puerta del ómnibus.

Recién cuando se puso en movimiento y se alejaba de la plataforma, Omar vio que alguien pegaba saltitos con el brazo en alto. Le pareció que era su mamá, porque esa mujer también tenía una campera azul. 

Levantó la mano para saludar, pero el ómnibus ya giraba y esa mujer desapareció de su vista.

La tía Poli vivía en Obispo Trejo, en un campo que había comprado cuando regresó a Córdoba. Nadie de la familia la había visitado, hasta ahora. Al padre de Omar se le ocurrió que su hijo podía pasar sus vacaciones con ella. Su madre no estaba segura.

Hacía algunas noches habías discutido fuerte. Ella decía que no era una buena idea que fuese solo. Él insistía que a esa edad él pasaba temporadas en el campo de su abuelo, y que era algo natural, saludable. Dijeron otras cosas que no alcanzó a escuchar.

También Omar se sentía raro al irse de su casa, de vacaciones, solo. Todo eso lo había puesto un poco nervioso. Pero no quiso demostrarlo. Y ahora, en el ómnibus, recordó una cosa que su padre había dicho aquella noche:

"No puede pasarle nada" .

"Matías, el pintor". Abelardo CAstillo




 A los diez años, la gente no se diferencia notablemente de sus semejantes; en tal sentido Matías no era una criatura demasiado extraña. Salvo, acaso, que pintaba. Y que una vez pintó el retrato del hermano de Leonardo.

Matías nació en otoño, de noche. Hay quien asegura  que los nacidos bajo esas circunstancias son propensos a la fiebre o a la Magia. Y que por eso pueden ver, o imaginan, cosas que para los demás no existen. No sé, nadie sabe qué  hay de verdad o de mentira en esto, pero es posible que Matías haya aprendido a verlas cuando sus familiares, una tarde, lo llevaron a aquel internado de largas galerías y viejos sacerdotes salesianos. A partir de entonces, solía despertarse a medianoche, sobresaltado, imaginando entre las sombras de los dormitorios altas figuras torvas, en procesión, rezando.

Por lo demás, en aquel sitio se contaban historias de pastores, que alguna mañana -en algún país y en algún tiempo siempre remotos- habían visto a una muchacha muy hermosa, rubia, de nombre María. Y no sería extraño que los doscientos o trescientos pupilos de aquel colegio guardaran, en lo más recóndito de su corazón, el secreto de un encuentro (que no se atrevían a contar, pues los viejos curas no daban crédito a estas historias y  castigaban a sus autores) o una visita de aquella muchacha que tenía un vestido muy azul, era mucho más hermosa que la de la capilla y parecía estar hecha de reflejos. Hay una edad, yo lo sé, en que es fácil ser mago. He vivido de chico en un sitio como aquel. He visto, durante la bendición nocturna, el temblor de los altos cirios, que hace cambiar de posición las imágenes de los santos, y todo repentinamente se vuelve milagroso o atroz.

No se sabe por qué circunstancias, Matías tuvo acceso al refectorio. Allí vio por primera vez  aquel gran cuadro. Le pareció tan hermoso que hubiera cambiado todos sus paseos de cada domingo, durante un mes, por ver al autor de semejante maravilla. Y es posible que lo haya dicho en voz alta porque, de pronto, entre las sombras del presbiterio, apareció la silueta del hermano Leonardo.

- Aquí estoy- dijo.

A partir de aquel día, se hicieron los mejores amigos del mundo. Esa misma tarde sucedió un hecho curioso: Matías, que había encontrado en la biblioteca de los sacerdotes un gran libro de tapas negras donde hablaba de cosas terribles que les sucedían a los hombres algún día, dibujó, inspirado en ellas, unas figuras sumamente hermosas. Al mostrárselas al padre Esteban, su maestro de dibujo, éste estuvo a punto de huir aterrorizado.

-¿Qué significan esos diablos? - dijo.

- No son diablos - aseguró Matías-. Son ángeles.

- ¡el Señor nos asista!- gritó el buen cura.

Y ya no hubo  manera de hacerle comprender que aquellos animales no eran más inverosímiles, ni menos feos, que los descritos en el cielo de San Juan, a quien el propio padre Esteban admiraba tanto.

Esa tarde Matías recibió un severo castigo, y su dibujo, que él no sólo consideraba precioso sino del todo real, pues no concebía que un Santo como San Juan mintiese, fue roto delante de todos los alumnos.

Y en penitencia se le prohibió, durante un mes, el paseo de los domingos.

- No importa- le dijo después el hermano Leonardo-.

Con la primera pintora sucedió algo parecido. Dibujé una Gorgona y unos bichos -sonrió-. Micer Pietro estuvo a punto de desmayarse.

La criatura no sabía qué era la Gorgona ni quién era Micer Pietro, pero se había acostumbrado a callar cuando su amigo hablaba. Durante muchos domingos volvieron a encontrarse en el refectorio. Y allí, mientras el hermano le explicaba el sentido de cada una de las trece figuras reproducidas en el cuadro, Matías empezó a pintar su retrato.

El hermano era un hombre alto, muy hermoso y parecía extranjero. Tenía un acento extraño, como de persona muy sabia. Jamás se lo veía con los sacerdotes - y esto me hace pensar que era solamente, un hermano laico. Usaba ropas oscuras y un gorro no muy serio, algo extravagante, más bien cómico. Alguna vez, Matías intentó hablar de él con sus compañeros, pero, al parecer, nadie lo conocía. El hecho, de cualquier manera, no era demasiado extraordinario, puesto que los otros solían hablarle de muchos personajes que, sin duda, andaban por le colegio, pero a quienes Matías nunca había visto: el internado era enorme, y resultaba muy difícil conocer no sólo a sus doscientos o trescientos pupilos, sino siquiera a la mayoría de los sacerdotes, a Micer Pietro y a los hermanos laicos.

Oír hablar a aquel hombre era bastante complicado. A veces parecía olvidar que estaba ante un chico y contaba cosas realmente inexplicables, inventos. Sobre todo le gustaba idear mecanismos extraños cuya utilidad, es cierto, no parecía estar muy de acuerdo con la seriedad de un hermano: una vez imaginó una fórmula de hedor tan intolerable que cuando Matías apretó las vejigas que juntos habías oculardo en el Estudio, huyeron despavoridos, tapándose las narices, todos los alumnos y el mismo padre Esteban. Sin que nadie lo viera, del otro lado de la ventana, el hermano Leonardo sonreía.

Sin embargo, el tema favorito de sus conversaciones en la soledad del presbiterio donde lo esperaba casi todas las noches - y al que Matías se acostumbró a entrar cuando todos dormían -, era la Pintura. En ese terreno el extranjero era un oráculo. Con voz profunda hablaba de los colores, las sombras, el aspecto del humo, la niebla o las nubes, según hubiese sol o lloviese. No ignoraba nada. Ni los secretos del relieve, ni los del dibujo, ni los del color, que ponía en ese orden, afirmando que el primero de todos, el movimiento, sólo puede concebirlo el genio. Y fruncía las cejas. Y mientras Matías pintaba aquel retrato, hablaba sin interrupción. 

-¿A qué altura deben estar los ojos del modelo?- preguntaba el hermano.

- A la altura de los míos - respondía Matías. 

- ¿Qué es más noble, la imitación de las obras antiguas o las modernas?

- La imitación de las antiguas.

-¿Y qué pasa con el discípulo?

- Debe superar al maestro.

Los domingos, cuando fue levantado el castigo y los muchachos iban de recreo a los campos del colegio, Matías se acostumbró a alejarse de los grupos y encontrar, en cualquier rincón solitario, al hermano. Allí seguían hablando y pintando juntos. Su amigo era severo. Le hacía repetir hasta el agotamiento los ejercicios de dibujar una hoja o copiar una sombra. "¿Qué pasa con aquellos a quienes conforma su propia obra?", preguntaba. "Son grandes marrano", repetía Matías.

Y el hermano laico se reía entonces.

Fue durante uno de estos paseos cuando, en combinación con Matías, ideó un raro artefacto que levantaba en plena noche las camas y hacía saltar de espanto a quienes dormían. Otras veces, hablaba de métodos para andar por el aire, o el agua, o bajo el agua. Algunos de estos inventos, en opinión de Matías, ya estaban en pleno uso desde hacía muchos años, pero el hermano parecía no saberlo, o bien lo fingía.

Mientras tanto, los progresos del muchacho eran tan notables que el padre Esteban estaba asombrado, y, más por salvar su prestigio de maestro que por otra cosa, corregía de tanto en tanto algún contorno o alguna perspectiva.

- ¿Quién se atrevió a modificar esto? -preguntó el hermano, viendo una de las correcciones del padre Esteban.

- El padre Esteban -dijo Matías.

- El padre Esteban es un asno perfecto. Los priores nunca saben nada. Ya me pasó una vez, en el Convento de las Gracias. Los dominicos contrataron a un tal Bellini, no, Belloti, para restaurar aquel cuadro del refectorio...

Matías lo interrumpió. No entendía bien, pero se atrevió a decir:

- Los salesianos.

- Los dominicos, caballerito. No voy a saber yo dónde pinté mi cuadro. Esto que hay aquí es una copia, un grabado de una copia. En definitiva: nada. Yo creía en la duración de las cosas. ¡Inventé fórmulas, hice combinaciones! A los cuarenta años, la pintura empezó a borrarse; a los sesenta, apenas se veía el dibujo. Al siglo, apenas se veía nada. Las paredes empezaron a descascararse y los dominicos no encontraron manera mejor de arreglar aquello que dando unos cuantos martillazos. Cristo se quedó sin piernas. Sobre su cabeza, clavaron un escudo de armas. Entonces vino Belloti: lo repintó íntegro. Y más tarde un signore Bozzi. Y antes, los dragones del ejército francés, que tomaron aquel sitio por cuadra y arrojaban piedras a la cabeza de los Apóstoles. Y después, las inundaciones. Y los ilustres charlatanes todavía siguen hablando de mis pinceladas. ¡Mis pinceladas! Ah, y me olvidaba de un tal Mazza. Afortunadamente el padre Galloni lo echó a puntapiés.

Matías tampoco conocía al padre Galloni, y, al oír todo eso, pensó que su amigo exageraba. De todos modos, prefirió no hacérselo notar. Además, mientras el hermano hablaba, la criatura iba dándole los últimos toques a su retrato. Aquella expresión iracunda daba al ceño del hermano un carácter muy digno.

- Aquí estás- dijo Matías.

El hermano Leonardo miró, aprobó y habló por última vez:

- ¿Qué pasa con los discípulos?

- Deben superar a sus maestros - dijo Matías.

Nunca volvieron a verse. Al día siguiente el refectorio estaba clausurado. No hubo manera de hallar al hermano que había inventado el Compás Proporcional, el aparato de hacer saltar camas, la barca para remontar corrientes, el pito de agua y la manera de levantar la enorme edificación de San Lorenzo para asentarla sobre un pedestal más hermoso. El bello hermano Leonardo, que decía haber pintado La Cena en el refectorio del Convento de Las Gracias, lejos, en Florencia.


martes, 25 de agosto de 2020

SOY MANUEL, DE MARGARITA MAINÉ. CAP. 8 "¿PRÓCERES O SUPERHÉROES?" (PARA 1º CICLO)

 



              SABLE DE MANUEL BELGRANO (INSTITUTO BELGRANIANO DEL LITORAL)




CAPÍTULO 8: ¿PRÓCERES O SUPERHÉROES?

- ¡QUÉ HERMOSO DIBUJO HICISTE! -  ME DIJO MAMÁ MIRANDO EL CUADERNO ESA NOCHE.

Y SÍ, ME HABÍA ESFORZADO UN MONTÓN. PINTÉ SIN APRETAR EL LÁPIZ PARA QUE EL COLOR DEL CABALLO QUEDARA SUAVE. QUERÍA CONTARLE QUE BELGRANO PENSABA QUE DIBUJAR ERA IMPORTANTE, ERO TUVE MIEDO DE QUE ROCÍO SE RIERA PORQUE ESE DÍA ESTABA MALA CONMIGO.

POR LA NOCHE, QUISO QUE LE PRESTARA MI REVISTA.

- YO TE LA LEO- LE DIJE.

- DALE - ME RESPONDIÓ, PERO SE TAPÓ LA CARA PARA QUE NO LE VIERA LA SONRISA.

- NO E-XIS-TÍ-AN-LAS-AU-TO-PIS-TAS-Y-POR-E-SO-AN-DA-BAN-A-CA-BA-LLO - LE DIJE MUY CONCENTRADO SIMULANDO LEER.

-AH... -DIJO ELLA-, ES UN SUPERHÉROE DE LA ÉPOCA COLONIAL.

- NO ES UN SUPERHÉROE. ES UN PRÓCER - EXPLIQUÉ CON CUIDADO PARA QUE NO SE ME ESCAPARA LA PALABRA "POSTRE", QUE TODAVÍA SE ME CONFUNDÍA EN LA MEMORIA.

ROCÍO SIGUIÓ LEYENDO SU LIBRO Y NO DIJO NADA. QUIZÁ NO SABÍA QUÉ ERA UN PRÓCER.

TO MIRÉ UNA POR UNA LAS PALABRAS DE LA REVISTA Y AUNQUE ESTABAN EN IMPRENTA MINÚSCULA, QUE ERA UNA LETRA DIFÍCIL PARA MI, PUDE LEER DOS PALABRAS:

                      MANUEL BELGRANO

¡CÓMO ME LATÍA EL CORAZÓN! LAS LETRAS POR PRIMERA VEZ ME HABÍAN DICHO ALGO. 

Para escuchar el audiolibro 👇



Soy Manuel de Margarita Mainé. Cap. 8 ¿Próceres o superhéroes? (Para 2º Ciclo)

 


                                 Sable de Manuel Belgrano (Instituto Belgraniano del Litoral)


- ¡Qué hermoso dibujo hiciste! - me dijo mamá mirando el cuaderno esa noche.

Y sí, me había esforzado un montón. Pinté sin apretar el lápiz para que el color del caballo quedara suave. Quería contarle que Belgrano pensaba que dibujar era importante, pero tuve miedo de que Rocío se riera porque ese día estaba mala conmigo.

Por la noche, quiso que le prestara mi revista.

-Yo te la leo -le dije.

-Dale - me respondió, pero se tapó la cara para que no le viera la sonrisa.

- No-e-xis.tí-an-las-au-to-pis-tas-y-por-e-so-an-da-ban-a-ca-ba-llo - le dije muy concentrado simulando leer.

- Ah..-dijo ella-, es un súper héroe de la época colonial.

- No es un superhéroe. Es un prócer - expliqué con cuidado para que no se me escapara la palabra "postre", que todavía se me confundía en la memoria.

Rocío siguió leyendo su libro y no dijo nada. Quizá no sabía qué era un prócer.

Yo miré una por una las palabras de la revista y aunque estaban en imprenta minúscula, que era una letra difícil para mi, pude leer dos palabras: 

                                                      MANUEL BELGRANO

¡Cómo me latía el corazón! Las letras por primera vez me habían dicho algo.

Para escuchar el audiolibro 👇


miércoles, 19 de agosto de 2020

Biografía de escritores: Margarita Mainé

 

Margarita Mainé (Ingeniero Maschwitz, Buenos Aires, 1960) es una docente y escritora argentina, dedicada a la literatura infantil y juvenil.

En 1981 se recibió de Profesora Nacional de Educación Preescolar. Realizó trabajo docente con niños hipoacúsicos, fue maestra en el nivel inicial y de primer grado en la escuela primaria. Se desempeñó como coordinadora de nivel inicial en el colegio Buenos Aires School (de Villa del Parque). Dicta talleres literarios y creativos.

​Esta labor docente fue lo que motivó su incursión en la literatura infantil. Comenzó inventando historias que contaba oralmente a sus alumnos, y luego participó de un taller sobre literatura infantil en la Sociedad Argentina de Escritores, dictado por Ana María Ramb.

También escribió libros de texto, poesías y cuentos  que en el 2004 publicó la editorial Aique.

Actualmente reside en la Ciudad de Buenos Aires, en su tiempo libre crea historias en su computadora imaginando que regresa a su pueblo natal y comparte el tiempo con sus padres y hermanos.

Algunas de sus  obras: 

"Soy Manuel". Editorial Norma, 2020

"Mi amor está verde". Colección Pajarito remendado. Editorial Colihue, 1991

"Cartas a un gnomo” en la colección Pan Flauta de Editorial Sudamericana 1994 (séptima edición).

“Me duele la lengua” en la Colección Tren azul de la Editorial Edebé de Barcelona. (cuarta edición)

“Una montaña para Pancho” en la Colección Tren azul de la Editorial Edebé de Barcelona (cuarta edición).

“Integrareas” para el Primer Ciclo de EGB en la Editorial Puerto de Palos.

“Una gran Resfrío” en la Colección “Los caminadores” de Editorial Sudamericana.

“Bambá” libro de actividades para la Sala de 5 en coautoría con Patricia Morenza y Nora Hilb. (séptima edición)

"Lastima que estaba muerto" Ed Norma

“Cuentos para salir al recreo” de Ed El ateneo.(actualmente editado por Norma)

Colección “Las historias de Lucía y Nicolás”. Ed Planeta Junior.(12 libros)

“El caballo alado” libro de cuentos en Colección Pan flauta de Ed. Sudamericana.

“El origen del Fuego” en coautoría con Héctor Barreiro en la Colección Cuentamérica de Editorial Sudamericana

“Un mar muy mojado” en la colección Cuentos de cuatro colores de Editorial Sudamericana

“La Familia López” en la colección Torre de papel de Ed. Norma

" Los juegos del Ayer" Editorial Biblos (en coautoría con Héctor Barreiro)

" Un incendio desastroso". Editorial Norma. 2004

"Lluvia de plata y otras noticias" .Editorial Sudamericana. 2004

"Cuentos de osos"- Colección de Ed Destino- Planeta. (cuatro títulos) 2004

"Las Lecturas de Manú". Libros de lectura para Primer Ciclo de EGB. 2005.

"Cuentos para salir al recreo" (reedición) Colección Torre de papel. Editorial Norma. 2006

"El (H)ijo la libertad". Colección Zona Libre. Ed Norma. 2006

"El lápiz Mágico de Bruno". Editorial Edebé. 2006

"¿Un hermanito?" Editorial Edebé . Barcelona. 2006

"Mateo y la luna". Editorial Planeta. 2006

"Mateo y la lluvia". Editorial Planeta. 2006.

"Mateo en el jardín". Editorial Planeta. 2007

¡Gol! Editorial Comunicarte. 2007

"Pio". Colección para bebés. Editorial Planeta. 2007

"Un día animal". Colección Caminadores. Ed Sudamericana

Días de playa. Editorial Hola Chicos. 2009

Días de campo. Editorial Hola Chicos. 2010.

Tomás está con Sueño. Editorial Urano. 2010

Los cuentos de Osonejo. (6 libros) Editorial Urano. 2010

Quiero ser Pérez. Editorial Hola Chicos. 2010.

El príncipe caprichoso. Editorial Planeta. 2011

Ñufo. (4 libros) Editorial Urano. 2011

Sociedad Animal. Editorial Urano. 2011

En el siguiente enlace podés encontrar una muy linda entrevista realizada a Margarita Mainé

👉http://www.imaginaria.com.ar/08/6/maine.htm

En el siguiente enlace hallarás un video en el cual la autora responde unas preguntas a niños y niñas de un jardín de infantes

👉https://www.bing.com/videos/search?q=biograf%c3%ada+de+margarita+maine&&view=detail&mid=66BAB4305223DE0293DD66BAB4305223DE0293DD&&FORM=VRDGAR&ru=%2Fvideos%2Fsearch%3Fq%3Dbiograf%25c3%25ada%2Bde%2Bmargarita%2Bmaine%26FORM%3DHDRSC3

En el siguiente enlace podrás encontrar más sobre esta escritora

👉https://imaginaria.com.ar/2009/10/margarita-maine/



"La ventana abierta" de Saky

 

Mi tía bajará enseguida, señor Nuttel –dijo con mucho aplomo una señorita de quince años–; mientras tanto debe hacer lo posible por soportarme.

Framton Nuttel se esforzó por decir algo que halagara debidamente a la

sobrina sin dejar de tomar debidamente en cuenta a la tía que estaba por llegar. Dudó más que nunca de que esta serie de visitas formales a personas totalmente desconocidas fueran de alguna utilidad para la cura de reposo que se

había propuesto.

–Sé lo que ocurrirá –le había dicho su hermana cuando se disponía a emigrar a este retiro rural–: te encerrarás no bien llegues y no hablarás con nadie

y tus nervios estarán peor que nunca debido a la depresión. Por eso te daré

cartas de presentación para todas las personas que conocí allá. Algunas, por lo

que recuerdo, eran bastante simpáticas.

Framton se preguntó si la señora Sappleton, la dama a quien había entregado una de las cartas de presentación, podía ser clasificada entre las simpáticas.

–¿Conoce a muchas personas aquí? –preguntó la sobrina, cuando consideró que ya había habido entre ellos suficiente comunicación silenciosa.

–Casi nadie –dijo Framton–. Mi hermana estuvo aquí, en la rectoría, hace

unos cuatro años, y me dio cartas de presentación para algunas personas del lugar.

Hizo esta última declaración en un tono que denotaba claramente un sentimiento de pesar.

–Entonces no sabe prácticamente nada acerca de mi tía –prosiguió la aplomada señorita.

–Solo su nombre y su dirección –admitió el visitante. Se preguntaba si la

señora Sappleton estaría casada o sería viuda. Algo indefinido en el ambiente

sugería la presencia masculina.

–Su gran tragedia ocurrió hace tres años –dijo la niña–; es decir, después

que se fue su hermana.

–¿Su tragedia? –preguntó Framton; en esta apacible campiña las tragedias

parecían algo fuera de lugar.

–Usted se preguntará por qué dejamos esa ventana abierta de par en par

en una tarde de octubre –dijo la sobrina señalando una gran ventana que

daba al jardín.

–Hace bastante calor para esta época del año –dijo Framton– pero ¿Qué

relación tiene esa ventana con la tragedia?

–Por esa ventana, hace exactamente tres años, su marido y sus dos hermanos menores salieron a cazar por el día. Nunca regresaron. Al atravesar el

páramo para llegar al terreno donde solían cazar quedaron atrapados en una

ciénaga traicionera. Ocurrió durante ese verano terriblemente lluvioso, sabe,

y los terrenos que antes eran firmes de pronto cedían sin que hubiera manera de preverlo. Nunca encontraron sus cuerpos. Eso fue lo peor de todo.

A esta altura del relato la voz de la niña perdió ese tono seguro y se volvió

vacilantemente humana.

–Mi pobre tía sigue creyendo que volverán algún día, ellos y el pequeño

spaniel que los acompañaba, y que entrarán por la ventana como solían hacerlo. Por tal razón la ventana queda abierta hasta que ya es de noche. Mi pobre

y querida tía, cuántas veces me habrá contado cómo salieron, su marido con

el impermeable blanco en el brazo, y Ronnie, su hermano menor, cantando

como de costumbre “¿Bertie, por qué saltas?”, porque sabía que esa canción la

irritaba especialmente. Sabe usted, a veces, en tardes tranquilas como las de

hoy, tengo la sensación de que todos ellos volverán a entrar por la ventana…

La niña se estremeció. Fue un alivio para Framton cuando la tía irrumpió

en el cuarto pidiendo mil disculpas por haberlo hecho esperar tanto.

–Espero que Vera haya sabido entretenerlo –dijo.

–Me ha contado cosas muy interesantes –respondió Framton.

–Espero que no le moleste la ventana abierta –dijo la señora Sappleton con

animación–; mi marido y mis hermanos están cazando y volverán aquí directamente, y siempre suelen entrar por la ventana. No quiero pensar en el estado en que dejarán mis pobres alfombras después de haber andado cazando

por la ciénaga. Tan típico de ustedes los hombres, ¿no es verdad?

Siguió parloteando alegremente acerca de la caza y de que ya no abundan

las aves, y acerca de las perspectivas que había de cazar patos en invierno. Para

Framton, todo eso resultaba sencillamente horrible. Hizo un esfuerzo desesperado, pero solo a medias exitoso, de desviar la conversación a un tema

menos repulsivo; se daba cuenta de que su anfitriona no le otorgaba su entera atención, y su mirada se extraviaba constantemente en dirección a la ventana abierta y al jardín. Era por cierto una infortunada coincidencia venir de

visita el día del trágico aniversario. 

–Los médicos han estado de acuerdo en ordenarme completo reposo. Me

han prohibido toda clase de agitación mental y de ejercicios físicos violentos

–anunció Framton, que abrigaba la ilusión bastante difundida de suponer que

personas totalmente desconocidas y relaciones casuales estaban ávidas de

conocer los más íntimos detalles de nuestras dolencias y enfermedades, su

causa y su remedio–. Con respecto a la dieta no se ponen de acuerdo.

–¿No? –dijo la señora Sappleton ahogando un bostezo a último momento.

Súbitamente su expresión revelaba la atención más viva… pero no estaba dirigida a lo que Framton estaba diciendo.

–¡Por fin llegan! –exclamó–. Justo a tiempo para el té, y parece que se

hubieran embarrado hasta los ojos, ¿no es verdad?

Framton se estremeció levemente y se volvió hacia la sobrina con una

mirada que intentaba comunicar su compasiva comprensión. La niña tenía

puesta la mirada en la ventana abierta y sus ojos brillaban de horror. Presa de

un terror desconocido que helaba sus venas, Framton se volvió en su asiento

y miró en la misma dirección.

En el oscuro crepúsculo tres figuras atravesaban el jardín y avanzaban hacia

la ventana; cada una llevaba bajo el brazo una escopeta y una de ellas soportaba la carga adicional de un abrigo blanco puesto sobre los hombros. Los

seguía un fatigado spaniel de color pardo. Silenciosamente se acercaron a la

casa, y luego se oyó una voz joven y ronca que cantaba: “¿Dime, Bertie, por

qué saltas?”.

Framton agarró deprisa su bastón y su sombrero; la puerta de entrada, el

sendero de grava y el portón, fueron etapas apenas percibidas de su intempestiva retirada. Un ciclista que iba por el camino tuvo que hacerse a un lado para

evitar un choque inminente.

–Aquí estamos, querida –dijo el portador del impermeable blanco entrando por la ventana–: bastante embarrados, pero casi secos. ¿Quién era ese hombre que salió de golpe no bien aparecimos?

–Un hombre rarísimo, un tal señor Nuttel –dijo la señora Sappleton–; no

hablaba de otra cosa que de sus enfermedades, y se fue disparado sin despedirse ni pedir disculpas al llegar ustedes. Cualquiera diría que había visto un

fantasma.

–Supongo que ha sido a causa del spaniel –dijo tranquilamente la sobrina–;

me contó que los perros le producen horror. Una vez lo persiguió una jauría de

perros parias hasta un cementerio cerca del Ganges, y tuvo que pasar la noche

en una tumba recién cavada, con esas bestias que gruñían y mostraban los colmillos y echaban espuma encima de él. Así cualquiera se vuelve pusilánime.

La fantasía sin previo aviso era su especialidad.

Saki, Cuentos, Buenos Aires, CEAL, 1971.

Haciendo click 👇 podés disfrutar del audiolibro

Bibliografía on line: https://continuemosestudiando.abc.gob.ar/recurso/primaria/6-to-ano/practicas-del-lenguaje/actividades-para-realizar-en-el-hogar?u=5ebdeed94ca6090138d4ec97

Biografías de escritores: Saky




Saki es el seudónimo que utiliza el escritor Héctor Hugh Munro, de origen escocés. Nació en Birmania el 18 de diciembre de 1870, aunque fue educado en Inglaterra.


Para conocer su biografía podes entrar al enlace siguiente haciendo click 👇 


martes, 18 de agosto de 2020

SOY MANUEL DE MARGARITA MAINÉ. CAP. 7: CRUZAR EL MAR (PARA 1º CICLO)



  - ¿EN QUÉ QUEDAMOS AYER? - PREGUNTÓ LA MAESTRA. LE GUSTABA SABER SI NOS ACORDÁBAMOS DE ALGO.

- … EN QUE EN LA ÉPOCA COLONIAL NO HABÍA NADA - DIJO FERNANDO.

- NO DIGAN QUE NO HABÍA NADA. EL MUNDO ERA DE OTRA MANERA, Y POR ESO MANUEL TUVO QUE VIAJAR A EUROPA PARA ESTUDIAR EN LA UNIVERSIDAD PORQUE QUERÍA SER ABOGADO.

- ¿FUE EN AVIÓN? - PREGUNTÓ OTRO COMPAÑERO.CON SOLO MIRAR A LA MAESTRA NOS DIMOS CUENTA DE QUE TAMPOCO HABÍA AVIONES.

- VIAJÓ EN BARCO, UN BARCO QUE TARDÓ DOS MESES EN LLEGAR.

- ¿ESTUDIÓ MUCHO? - PREGUNTÓ LAURA.

-¡MUCHÍSIMO!, PORQUE A MANUEL LE ENCANTABA APRENDER. LEÍA LIBROS DE TODO TIPO. APRENDIÓ A HABLAR Y LEER EN FRANCÉS, EN INGLÉS Y EN ITALIANO...

EN EL AULA SE ESCUCHÓ UN MURMULLO DE ADMIRACIÓN. LA MAESTRA CONTINUÓ CONTANDO: 

- MANUEL A LOS GRANDES PENSADORES DE ESOS TIEMPOS... Y EMPEZÓ A CREER QUE HABÍA MUCHAS COSAS QUE CAMBIAR EN NUESTRA TIERRA. NO PODÍAN SEGUIR GOBERNANDO LOS ESPAÑOLES QUE SOLO PENSABAN EN SUS PROPIOS NEGOCIOS Y JAMÁS EN LOS DERECHOS DE TANTA GENTA QUE HABÍA NACIDO EN AMÉRICA.

- ¿O EN LA ARGENTINA? - PREGUNTÓ FERNANDO CONFUNDIDO.

- NO ERA LA ARGENTINA TODAVÍA... EN ESE MOMENTO SE LLAMABA VIRREINATO DEL RIO DE LA PLATA - Y EXPLICÓ ALGO DEL VI-REY QUE NO ENTENDÍ. DESPUÉS NOS SIGUIÓ CONTANDO -: MANUEL PENSABA QUE A LA GENTE HABÍA QUE EDUCARLA, SIEMPRE HABLABA DE LA NECESIDAD DE QUE LA ESCUELA FUERA PÚBLICA, GRATUITA, OBLIGATORIA. INCLUSO FUNDÓ UNA ESCUELA DE DIBUJO, OTRA DE MATEMÁTICAS, UNA DE NÁUTICA.

- ¿DE DIBUJO? - PREGUNTÓ LAURA.

- ES QUE DECÍA QUE EL DIBUJO ERA IMPORTANTE PARA CUALQUIER OFICIO: EL CARPINTERO, EL ZAPATERO, EL SASTRE O EL HERRERO HARÍAN MEJOR SU TRABAJO SI PUCIERAN APRENDER EN UNA ESCUELA DE DIBUJO PARA HACER SUS DISEÑOS.

LA MAESTRA DIJO QUE HICIÉRAMOS UN DIBUJO DE TODO LO QUE HABÍAMOS HABLADO Y ESA TARDE FUE UN ALIVIO PORQUE NO COPIAMOS NADA DEL PIZARRÓN. ASÍ ES MÁS LINDA LA ESCUELA. 


ESCUCHA EL AUDIOLIBRO AQUÍ 👇


lunes, 10 de agosto de 2020

Soy Manuel de Margarita Mainé. Cap. 7 "Cruzar el mar" (Para 2ºCiclo)

 


- ¿En qué quedamos ayer? - preguntó la maestra. Le gustaba saber si nos acordábamos de algo.

- … en que en la época colonial no había nada - dijo Fernando.

- No digan que no había nada. El mundo era de otra manera, y por eso Manuel tuvo que viajar a Europa para estudiar en la universidad porque quería ser abogado.

- ¿Fue en avión?- preguntó otro compañero. Con solo mirar a la maestra nos dimos cuenta de que tampoco había aviones.

- Viajó en barco, un barco que tardó dos meses en llegar.

- ¿Estudió mucho? - preguntó Laura.

- ¡Muchísimo!, porque a Manuel le encantaba aprender. Leía libros de todo tipo. Aprendió a hablar y leer en francés, en inglés y en italiano...

En el aula se escuchó un murmullo de admiración. La maestra continuó contando:

- Manuel leyó a los grandes pensadores de esos tiempos... y empezó a creer que había muchas cosas que cambiar en nuestra tierra. No podían seguir gobernando los españoles que solo pensaban en sus propios negocios y jamás en los derechos de tanta gente que había nacido en América.

- ¿O en la Argentina?- preguntó Fernando confundido.

- No era la Argentina todavía... En ese momento se llamaba Virreinato del Rio de la Plata- y explicó algo del vi-rey que no entendí. Después nos siguió contando-: Manuel pensaba que a la gente había que educarla, siempre hablaba de la necesidad de que la escuela fuera pública, gratuita, obligatoria. Incluso fundó una escuela de dibujo, otra de matemática, una de náutica.

- ¿De dibujo? - preguntó Laura.

- Es que decía que el dibujo era importante para cualquier oficio: el carpintero, el zapatero, el sastre o el herrero harían mejor su trabajo si pudieran aprender en una escuela de dibujo para hacer sus diseños.

La maestra dijo que hiciéramos un dibujo de todo lo que habíamos hablado y esa tarde fue un alivio porque no copiamos nada del pizarrón. Así es más linda la escuela.  

Escucha el audiolibro aquí 👇


Soy Manuel, de Margarita Mainé. Cap. 6: Tiempos remotos ( 2° Ciclo)


Cuando la maestra pegó una lámina de Belgrano en el pizarrón casi me caigo de la silla. Resulta que Manuel Belgrano era muy parecido al superhéroe que andaba a caballo en mi revista, ese que tenía cara de bueno y me gustaba tanto. En la imagen del pizarrón sólo se lo veía a él con una bandera detrás. Estaba muy serio y con el pelo corto y oscuro, peinado sobre la frente.

- ¿Andaba a caballo? - le pregunté a la maestra y ella sonrió.
- Claro - dijo-, en esos tiempos no había autos y las personas andaban a caballo o en carros, porque no existían los autos.
Pensé que ahora sí existían y nosotros seguíamos yendo en carro, pero no me animé a decirlo.
- ¿Y en moto? - preguntó un compañero.
- No, ni autos ni motos ni camiones...- explicó la maestra.
-¿Entonces no había autopistas?- pregunté tratando de imaginar cómo sería el paisaje desde mi ventana sin ese pavimento lleno de vehículos que llenaban el aire de ruido y humo.
- No- repitió la maestra- Mejor, antes de hablar de la vida de Manuel, vamos a recordar cómo eran aquellos tiempos remotos.
¡Qué ganas de usar palabras difíciles! ¿remotos? ¿Qué quería decir "remotos"? ¿Tendría algo que ver con el control remoto?
Por suerte esta vez la maestra no pensó en el diccionario y nos pasó una película que mostraba cómo era el mundo cuando Belgrano vivía. Se llamaba "documental" y contaba algunas cosas.
"La ciudad era de casas bajas, las paredes blancas, los techos de tejas. Las ventanas tenían rejas de hierro. Las mujeres de la clase alta usaban vestidos largos, peinetones y abanicos...".
- ¿Eran todas altas? - Interrumpió Fernando, que es preguntón.
La maestra explicó entonces que no todas las personas vivían de la misma manera. Parece que los españoles y los que tenían dinero eran la "clase alta" y tenían muchos privilegios y un montón de gente a su servicio.
"Las calles eran de tierra y cuando llovía mucho resultaba difícil andar por el barro. Para lavar la ropa, iban al río. Los comerciantes tenían sus locales frente a la plaza o vendían sus productos en las pulperías. Había vendedores ambulante".
Lo de los vendedores ambulantes ya lo sabía porque en la última fiesta de la escuela tuve que disfrazarme de vendedor de velas. Y no compraban velas para cuando se cortaba la luz como hacía mamá, sino porque no había electricidad. Y si no había electricidad no había televisión ni teléfono ni computadoras, nada.
- Qué aburrido vivir así- dijo Laura.
Yo me acordé de que cuando se corta la luz en casa, con Rocío jugamos a las sombras y nos reímos un montón.
- El mundo era distinto - dijo la maestra-, pero les aseguro que nadie se aburría en la época colonial.


Podes escuchar mi audiolibro haciendo Click aquí  👇

https://www.youtube.com/watch?v=iAHP44I_9zw

Soy Manuel, de Margarita Mainé. Cap. 5: El Prócer

 
Capítulo 5 "El prócer"

-Hoy vamos a hablar de nuestro prócer- dijo la maestra y yo escuché "postre".

- ¿De qué postre? -pregunté y algunos chicos se rieron.

- "Prócer"... no "postre" - dijo ella y anotó la palabra en el cartel de las palabras nuevas. Allí dejaba registradas todas las palabras que ella usaba y nosotros no conocíamos.

                        P-R-Ó-C-E-R

La copié con cuidado porque de solo mirarla me parecía complicada. La P con la P ya sabía que sonaba PO, pero con la R en el medio no tenía idea.

- ¿Saben quién es nuestro prócer?- dijo ella y se dio cuenta de que si no sabíamos lo que era un prócer menos íbamos a saber su nombre.

Entonces le pidió a Laura, que ya sabe leer bien, que buscara en el diccionario la palabra y después completó:

          PRÓCER: HOMBRE ILUSTRE QUE ES RESPETADO POR SUS CUALIDADES Y DISFRUTA DE ESPECIAL CONSIDERACIÓN ENTRE LOS DE SU CLASE O PROFESIÓN.

¿Ilustre? Me aclaró poco esa explicación. La maestra insiste en usar el diccionario, pero a mi me parece que a veces no da respuestas sino más preguntas.

- Nuestros prócer es Manuel Belgrano - dijo escribiendo ese nombre y apellido en el pizarrón.

Laura me tocó con el codo. Yo no dejé de copiar. El corazón me latió un poco más fuerte. 

Después la maestra dijo que todos lo recordaban porque era el creador de la Bandera, pero que Manuel (la maestra lo llamaba así, igual que como me llama a mi) había hecho muchas otras cosas y que íbamos a aprender detalles sobre su vida.

Desde ese día me gustó más ir a la escuela. Cada tarde, la maestra nos contaba una historia de Manuel. Me gustaba tener el mismo nombre que él y empecé a entender lo que era un prócer.


Aquí podrán escucharme leer este capítulo a mis alumnos y alumnas, a los que extraño muchísimo, pero todos sabemos que debemos cuidarnos y quedarnos en casa.

Click aquí 👇https://youtu.be/yDUewPznbKw

 

viernes, 7 de agosto de 2020

"El Mundo" de Eduardo Galeano

 

En "El libro de los abrazos" de Eduardo Galeano encontramos uno de estos microrrelatos que se titula "El Mundo" y habla de la sociedad como "un mar de fueguitos".   



“Un hombre del pueblo de Neguá, en la costa de Colombia, pudo subir al alto cielo.

 A la vuelta, contó. Dijo que había contemplado, desde allá arriba, la vida humana.

 Y dijo que somos un mar de fueguitos.

 –El mundo es eso –reveló–. Un montón de gente, un mar de fueguitos.

Cada persona brilla con luz propia entre todas las demás.

 No hay dos fuegos iguales. Hay fuegos grandes y fuegos chicos y fuegos de todos los colores. Hay gente de fuego sereno, que ni se entera del viento, y gente de fuego loco, que llena el aire de chispas. Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman; pero otros arden la vida con tantas ganas que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca, se enciende.”