- ¿En qué quedamos ayer? - preguntó la maestra. Le gustaba saber si nos acordábamos de algo.
- … en que en la época colonial no había nada - dijo Fernando.
- No digan que no había nada. El mundo era de otra manera, y por eso Manuel tuvo que viajar a Europa para estudiar en la universidad porque quería ser abogado.
- ¿Fue en avión?- preguntó otro compañero. Con solo mirar a la maestra nos dimos cuenta de que tampoco había aviones.
- Viajó en barco, un barco que tardó dos meses en llegar.
- ¿Estudió mucho? - preguntó Laura.
- ¡Muchísimo!, porque a Manuel le encantaba aprender. Leía libros de todo tipo. Aprendió a hablar y leer en francés, en inglés y en italiano...
En el aula se escuchó un murmullo de admiración. La maestra continuó contando:
- Manuel leyó a los grandes pensadores de esos tiempos... y empezó a creer que había muchas cosas que cambiar en nuestra tierra. No podían seguir gobernando los españoles que solo pensaban en sus propios negocios y jamás en los derechos de tanta gente que había nacido en América.
- ¿O en la Argentina?- preguntó Fernando confundido.
- No era la Argentina todavía... En ese momento se llamaba Virreinato del Rio de la Plata- y explicó algo del vi-rey que no entendí. Después nos siguió contando-: Manuel pensaba que a la gente había que educarla, siempre hablaba de la necesidad de que la escuela fuera pública, gratuita, obligatoria. Incluso fundó una escuela de dibujo, otra de matemática, una de náutica.
- ¿De dibujo? - preguntó Laura.
- Es que decía que el dibujo era importante para cualquier oficio: el carpintero, el zapatero, el sastre o el herrero harían mejor su trabajo si pudieran aprender en una escuela de dibujo para hacer sus diseños.
La maestra dijo que hiciéramos un dibujo de todo lo que habíamos hablado y esa tarde fue un alivio porque no copiamos nada del pizarrón. Así es más linda la escuela.
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