viernes, 28 de agosto de 2020

"El hormiguero" de Sergio Aguirre. Capítulo 3

 



La casa de la tía Poli estaba en el medio de un campo, el único en la zona que había conservado el monte. Los otros campos eran sembradíos y todos tenían un nombre: "El Fuertecito", "La Deseada", "Los Sauces".

También el de la tía: "El Refugio".

Desde el portón de entrada hasta la casa había que atravesar un largo tramo de huella,  rodeada de monte espeso.

Cuando se bajaron del zulky, apareció un perro negro moviendo la cola. Era un perro flaco, bastante feo, pero a Omar le pareció lindo.

- Él es Roberto- dijo la tía Poli mientras bajaba una pila de cartones de huevos vacíos-. 

Vive conmigo desde el año pasado. Lo dejaron tirado en el medio de la ruta. Gente desaprensiva...

El perro llamado Roberto comenzó a olfatear a Omar, que pensaba en esa palabra que nunca había escuchado: desaprensiva.

-¿Novedades durante mi ausencia, Roberto? 

El perro la miró y corrió a su lado mientras ella caminaba hacia la casa. La tía caminaba raro, como en puntas de pie.

La casa era muy sencilla, y Omar se quedó mirando el techo. Parecía de tierra. Incluso vio que algunas plantas nacían de él:

- ¿Tía, el techo es de tierra? Toda la casa es de adobe. Y mira al norte, como la del hornero - dijo en tono de broma.- Tiene sala y tiene alcoba...- y se echó a reír.


- De adobe- aclaró la tía.- Toda la casa es de adobe. Y mira al norte como la del hornero -dijo en tono de broma.- Tiene sala y tiene alcoba...- y se echó a reír.

A un costado había dos construcciones, más pequeñas, y un galponcito que parecía la casita del caballo. También vio un aljibe, árboles frutales y, más allá, el gallinero y una huerta rodeada por tejido. Del otro lado se veía un gran algarrobo, y debajo un horno de barro y una mesa de madera.

Omar escuchaba un bramido, un sonido de motor, en algún lado:

-¿Qué es ese ruido?

- Es el generador- dijo ella señalando a un costado de la huerta. Pero allí Omar no veía nada.- Está en el pozo, adentro de un cajón, para que no moleste.


-¿Qué te parece la visita, Roberto?    - le preguntó la tía al perro mientras abría la puerta.- 

-¿Se van a hacer amigos?

A Omar le gustaba la voz de su tía, la forma que tenía de hablar. Le parecía graciosa. No tonta, graciosa.

Entraron a la casa.

Un rico aroma a comida sorprendió a Omar. También le llamó la atención la cantidad de cuadros y adornos que había. Vio dos objetos de madera y tardó en darse cuenta de que eran lámparas. Nunca había visto lámparas con esas formas.

- Vení, vamos a la cocina - dijo ella.

La cocina era bastante grande. Una hilera de cacharros y utensilios pendía sobre una mesada de piedra. Y en lugar de una pileta había un fuentón de lata. Algo hervía en una olla negra.

- Estoy preparando una cena especial para esta noche, como bienvenida - dijo la tía, y mencionó el nombre de una comida totalmente desconocida para Omar.

- ¡Ah! ¡Qué cansada...! Vení, charlemos un ratito- ella se desplomó sobre una silla.

Omar no sabía de qué hablar con la tía, pero no hizo falta, porque ella empezó a contarle que una vez conoció a un indio que cuando estaba cansado se sentaba sobre una piedra un rato largo, y al levantarse decía que ahora era la piedra la que estaba cansada, no él.

- ¡Indio loco!- dijo, y lanzó una carcajada.

La tía tenía una linda risa. Omar se sorprendió riéndose, también. No sabía si por el indio o por la risa de la tía.

Después ella le contó que fabricaba lámparas de madera que se vendían en la capital.

- Pero estoy harta de hacer siempre las mismas. Ahora que estás acá me podrías dar algunas ideas, inventar formas nuevas, ¿te gustaría?

En ese momento Omar pensó que no iba a extrañar su casa. Que no iba a extrañar para nada.

- ¿Querés conocer tu cuarto?- le preguntó la tía.

Su cuarto era pequeño. La cama tenía un acolchado rojo y verde, tejido por los indios seguramente, pensó Omar.

- Este lugar es tuyo. Acá nadie te va a molestar.

La tía volvió a la cocina. Omar se sentó en la cama y observó la habitación. recién notaba que el piso era de ladrillos.

Entonces vio una hormiga.

Estaba sola. Iba y venía, como si se hubiese perdido. Pero en ese momento a Omar no le llamó la atención. No le llamó la atención en absoluto. 

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